viernes, 21 de abril de 2023

LENGUAJE PANOCHO

 Siguiendo nuestras publicaciones anteriores sobre El Habla Murciana ofrecemos este nuevo capítulo 

    Díaz Cassou, Vicente Medina y Miguel Hernández probablemente sean las figuras más destacadas de la literatura murciana.

    Estudioso de la cultura popular, Cassou trató de conservar la esencia del pueblo y el habla huertana, recogiendo una tradición que se perdía. Entre sus obras destacadas cabe citar La literatura panocha: Leyendas, cuentos, perolatas y soflamas de la huerta de Murcia, así como el Cancionero panocho; en ellas idealiza el mundo rural y sus gentes, a las que enaltece llamándolos “panochos”.  

    Medina, el gran poeta de Archena, fue un gran amante de las tradiciones y en sus Aires Murcianos se propuso dignificar el lenguaje huertano, que entiende como variación diastrática del habla murciana; crítico con la literatura panocha, la describe como:  lenguaje de soflamas carnavalescas, que imitando el habla regional la ridiculizaba con acopios de deformaciones y disparates grotescos.

    Por otra parte, la descarnada realidad de la poesía hernandina refleja la dura existencia del campesino, su extrema pobreza y también su nobleza, que se muestra en el punto de resignación cristiana con que asume su desgraciado sino; esta visión contrasta con la estampa idílica que del mundo rural pintaban los románticos burgueses, ajenos al drama real del huertano sin posibles.

    Tras esta muestra de posicionamientos habrá que explorar lo que fue el lenguaje auténtico de la Huerta de Murcia, intentando separar literatura y realidad. En el siglo XIX, aunque los escritores costumbristas trataban de preservar el habla huertana, se evidencia que solían idealizar la vida rural y las costumbres de sus gentes. 

    Alberto Sevilla Pérez fue un intelectual perspicaz; muy crítico con sus colegas,  defendió las tradiciones y la auténtica habla popular, diciendo:

-          En la huerta de Murcia se emplearon siempre palabras que no se registraron en los diccionarios oficiales, y, en mayor número, otras pronunciadas defectuosamente.  Partidario el huertano de la contracción, hubo de suprimir sílabas y de alterar los participios, de igual modo que se alteraron en distintas regiones españolas, aumentando sus giros peculiares.

-          El huertano de Murcia sustituye las consonantes, a su capricho; trastrueca las sílabas para hacer más fuerte o más suave la palabra; y cuando la mimosidad del vocablo lo requiere, no se conforma con el diminutivo importado de Aragón por los pobladores que arribaron con don Jaime, hace siete siglos, y crea otro más acentuado, más original, recargándolo con un sufijo extraordinario: chirriquitiquio, por ejemplo.

-          En el lenguaje huertano abundan las voces castizas que cayeron en desuso y que no son exclusivas de la región murciana. Vocablos tan enérgicos y tan rudos como juerza, juera y semos, no son únicamente de nuestra tierra, sino de otras regiones de España. Son cosas distintas la reciedumbre del vocablo y el dislocamiento de éste. ¿Que los Vocabularios regionales registran ciertas voces? Lógico es que las registren. ¡Como que muchas de ellas pasaron al Diccionario general con el marchamo de provinciales! Las que no pasarán nunca, serán aquellas improvisadas por ciertos escritores, con arreglo a su capricho o a las exigencias de la rima. Nunca se habló en la Huerta como hablan hoy los panochistas.

-         Hablar en panocho, o sea en estilo de la Huerta de Murcia, no es decir un barbarismo con otro. Es dar a las frases el giro peculiar que dan en la huerta: es usar sus palabras, que algunas de ellas son muy castizas, por más que los que no conocen el castellano, las tienen por desnaturalizadas. El habla tradicional de la Huerta de Murcia no sirvió sólo para hacer reír a la gente, sino para otros menesteres más elevados, más sentimentales y más castizos. Bien está que, de tarde en tarde, se estire la cola por las calles de Murcia, y que se luzca en las carretas el indumento huertano; pero sin que los poetas que merezcan tal nombre, circunscriban su inspiración a los bandos y a las soflamas, en los que suelen adulterarse el lenguaje llamado panocho y el sentido común de los antiguos pobladores de la Huerta. 

    Llegados a este punto, quien desee profundizar en el tema puede recurrir al Vocabulario Panocho de don Pedro Lemus y Rubio quien, ya en la introducción a su obra, nos hace esta advertencia:

Al dar a la imprenta las papeletas de voces panochas, que he ido coleccionando, no hago más que transcribir lo que he hallado, bien en conversaciones con habitantes de la Huerta, o en mis lecturas de autores que se han distinguido por el uso del dialecto realmente panocho, esto es, en toda su pureza, si vale la palabra.


Francisco Ramírez Munuera