Conocí a Demetrio a primeros de 1984, si no recuerdo mal.
Él andaba en la oficina de la antigua Caja de Alicante y Murcia en su pueblo,
Monóvar, y al crearse el departamento de Publicidad y Promoción le seleccionaron
como “redactor”. Juntos creamos el embrión y después el cuerpo de lo que sería
un modelo de comunicación global en el sector de las Cajas de Ahorros, donde
nuestros colegas se sorprendían que
existiera una sola área desde donde se dirigiera y coordinara la comunicación
interna, la institucional, la de las obras sociales, la financiera, la
publicidad, las relaciones públicas, los
patrocinios y la imagen corporativa. En aquella estructura, Deme –como le hemos
llamado siempre los compañeros- fue una
pieza fundamental, compensando con su naturaleza serena mi natural temperamento
impulsivo.
Su capacidad redactora se vio pronto adaptada a cualquier
medio, a cualquier proyecto: textos publicitarios, que a menudo había que
hacerlos comprensivos para un público muy heterogéneo; reportajes para las revistas
internas; informes solemnes para justificar determinados presupuestos, y hasta
algún que otro borrador de discurso para algún alto directivo. La creatividad
–concepto muy utilizado en el ámbito publicitario- de este azoriniano era
sorprendente para hacer de una idea un texto atractivo.
Pronto arrastró a su familia a la capital. Pero si alguien
pensaba que iba a “abandonar” su pueblo, se equivocó de cabo a rabo. Su casa y
parte de sus libros allí quedó para recibirle en fines de semana, fiestas,
vacaciones y parte del verano. Más que irse de Monóvar nos trajo Monóvar a la
oficina. Tal cual siguieron sus citas literarias en el Casino, sus tertulias,
sus reuniones con amigos, sus visitas a la Casa-Museo y sus contactos
familiares que parecía que nunca se había trasladado a Alicante.
Una muestra palpable de ello fue que seguiría colaborando
con cualquier iniciativa local que se le presentara, y que precisara de ponerse
ante el teclado. Y en este campo es cuando hay que justificar el titular:
Mallebrera cumplió en 2022 cincuenta trabajos publicados en la revista de las
fiestas de Monóvar, que en honor a la Virgen del Remedio se celebran en los
primeros días de septiembre. Allí ha escrito sus relatos, sus reflexiones sobre
el “maestro” Azorín, los aconteceres locales, las referencias familiares, las
semblanzas de otros…siempre testigo de su tiempo y de su pueblo, al que tanto
ama.
Luis Román (izquierda), hijo de José María Román “Pita”, y
Aurelio Ballesteros (derecha), de la Asociación de Estudios Monoveros, aplauden
a Demetrio Mallebrera (centro) tras la entrega del galardón // José A.
Palomares
Su amplia trayectoria como escribidor en diversos ámbitos
(el publicista, el periodista, el de simple
escritor) le fue reconocida por esta Asociación que lo incluyó entre sus
miembros en 1988. Pocos somos tan adictos a la pluma y a nuestro origen que
podamos presumir de medio siglo de tan especial vinculación; probablemente por
ello el pasado año también recibió el IV Premio José María Román por su
dedicación y aportación a la cultura monovera, lo que justifica que recojamos ambos
hechos coincidentes en nuestro Anuario.
Enhorabuena, amigo; un día de estos nos tomamos un café
Toni Gil
(*) Publicado en el Anuario 2022 de la Asociación de
Periodistas de Alicante.