Siguiendo con publicaciones anteriores ofrecemos un nuevo capítulo relacionado con El Habla Murciana
Dice el historiador británico Peter Burke que la cultura popular puede entenderse como un conjunto de significados y valores compartidos, a través de los cuales ésta se expresa o encarna. La Huerta de Murcia, con sus costumbres ancestrales y formas de expresión características, sería un buen ejemplo de este acervo cultural distintivo. Entrando en los orígenes dialectales vemos que en la Región murciana la lengua se ve influenciada por múltiples factores:
- El
primitivo romance hispano-latino que se hablaba en el sureste peninsular ya hubo
de tener características peculiares durante la época visigoda.
-
Posteriormente, aunque la invasión musulmana dejaría su huella, para la
formación del habla regional sería determinante la repoblación cristiana.
- Así, sobre el sustrato
hispano-visigodo, la posterior influencia del romance castellano, aragonés y
catalán formarían el crisol de las hablas murcianas.
- En general, las formas dialectales de la
Región se corresponden con las de la lengua castellana, a cuya gramática y
sintaxis se ajustan.
Ya en el siglo XIV
debieron estar asentadas las formas lingüísticas murcianas, pero los escritores
regionales procuraron evitar en sus obras todo asomo de lenguaje dialectal; así,
el murciano no lograría forma literaria hasta finales del siglo XVIII,
coincidiendo con la aparición de la prensa periodística. Las primeras muestras
de literatura popular ensalzaban las costumbres y expresiones características
de la Huerta, una rica tierra de pobres gentes, en su mayoría analfabetas.
La literatura panocha
tendría sus raíces en el original lenguaje del pueblo, que algunos escritores
costumbristas exageraron, hasta convertirlo en una caricatura del habla rural
auténtica; el apelativo panocho fue
tomado de la panocha, mazorca de maíz o panizo, nombre empleado para señalar a
los huertanos y distinguir sus particulares formas de expresión. A la creación
de este estereotipo contribuyó la literatura murciana en la época del
romanticismo: un grupo de intelectuales capitalinos, tratando de recoger las
tradiciones del pueblo hicieron uso de unas formas dialectales
intencionadamente retorcidas y exageradas, que finalmente se insertarían en el
folclore popular.
El poeta José Frutos
Baeza, gran defensor del habla huertana, dice en su obra “De mi tierra”:
Que
nunca en mis escritos panochos me he inclinado del lado ridículo, ni en el
lenguaje ni en el fondo por muchas razones, entre ellas por ser injusto pintar
como zafios a los huertanos, confundiendo lo sencillo, ingenuo y gracioso, con
lo chocarrero y burdo.
En el romance “Pronunciación huertana”, describe así la fonética murciana:
El
quid del habla panocha
está
en la pronunciación
y
para hablarla es preciso
aprender de viva voz
La
s final no es tal s,
Más
bien es aspiración,
Y
en el compuesto nosotros
Resultan
mudas las dos.
Si
a una s sigue b,
La
b ya es f en rigor
como
en lah
fotah, loh fienes
o
en otra ehfalijación
Si
la f
precede a u,
y
si es diptongo mejor,
suena
cual j, y se dice:
juera, juimos y junción
Efectivamente, hay que distinguir lo que fue el léxico auténtico de la Huerta y el lenguaje panocho literario. El escritor Alberto Sevilla defendió las tradiciones y el habla popular, diciendo: hablar en panocho no es decir un barbarismo tras otro; es dar a las frases el giro que le dan en la huerta murciana: es usar sus palabras castizas.
También Pedro Diaz Cassou
nos habla de los orígenes del lenguaje rural; dice este escritor romántico que la Huerta estuvo poblada de moros, cuyas raíces han perdurado en el repertorio de voces
árabes que adornan el habla regional. Captando una tradición que
se perdía Cassou recopiló leyendas y un cancionero panocho; así, este erudito quiere
apresar la tradición murciana, conservando el habla auténtica de la Huerta
antes de que se le escape de las manos.
Junto
a Díaz Cassou, Vicente Medina y Miguel Hernández probablemente sean las figuras
más destacadas de nuestras letras. El
gran poeta de Archena fue un gran amante de las tradiciones y en sus Aires
Murcianos se propuso dignificar el lenguaje huertano, siendo Cansera quizás su
poema más sentido.
Por
otra parte, la descarnada realidad plasmada por el malogrado poeta oriolano
refleja las duras condiciones que padecían las gentes del campo, cuya falta de
instrucción los llevaba a expresarse con deformaciones fonéticas y a incluir
vulgarismos en su léxico, que serían la base de la literatura panocha.
El traje huertano recuerda
la indumentaria de aquellas gentes, que hoy se recrea en los desfiles del Bando
de la Huerta, una fiesta que nació como pretexto de churubitos capitalinos
para divertirse, haciendo caricatura de las expresiones y costumbres del campo;
pero estos festejos populares arraigaron y ya son tradición, de forma que cada
año múltiples composiciones compiten para ganar la Panocha de Oro al mejor Bando
en las Fiestas de Primavera de Murcia.