Continuando con la información relativa al habla murciana ofrecemos un nuevo capítulo
La sierra minera de Cartagena-La Unión se extiende a lo largo de la costa desde la ciudad de Cartagena hasta el cabo de Palos, pasando por La Unión. En la zona se encuentra Portman, el Portus Magnus romano que desde la antigüedad facilitaba el atraque de embarcaciones de calado para hacer aguada y resguardarse ante los temporales. Como puerto natural cercano a las minas de Alumbres, Cartagena y La Unión, Portman sería un enclave estratégico: bien emplazado respecto a las rutas marítimas, el sitio debió tener un poblamiento considerable. Aquí mostramos una imagen de lo que fue su hermosa bahía.
Bahía de Portman
Las
minas de
plata, oro, blenda y pirita fueron explotadas desde la antigüedad; posteriormente,
hacia 1840 surgió la fiebre de la minería en la sierra de Cartagena. Con la
llegada de los emigrantes andaluces se cavan pequeñas galerías llamadas
ratoneras, que buscan vetas de galena; comienza la explotación intensiva y
desde entonces hasta la década de los sesenta del siglo XX no se interrumpiría
el trabajo minero en La Unión. Esta actividad extractiva generó muchos residuos
que vertían directamente al mar, hasta el punto de convertir la rada de Portman
en un lecho de lodo contaminado por metales pesados que colmataron la bahía,
produciendo un gran desastre ecológico.
Por
otra parte, la extracción del mineral se realizaba en condiciones penosas,
siendo muy habituales los accidentes mortales: situación laboral precaria, salarios
paupérrimos, duras jornadas diarias, explotación infantil, pésimas condiciones
higiénicas, numerosos accidentes en el subsuelo... Así era el duro trabajo
minero. La explotación de los obreros provocaba indignación y rabia; los quejíos expresaban sus sentimientos y
serían el germen del flamenco, que acabó conociéndose como cante minero. Nacería así un argot asociado al mundo de las minas,
que logró expresarse de forma espontánea en las letras de sus composiciones.
Aparecen
una serie de personajes y sitios que se hacen populares: nombres como La
Gabriela y El Rojo el Alpargatero; barrios míticos como Herrerías; minas como
el cabezo Rajao... El resultado final es el de un lenguaje y entonación
característica de la cuenca minera. Este sustrato temático pudo complementarse
con los cantes de madrugá, cancioncillas que acompañaban a los obreros en la
marcha al trabajo y que aportaron contenido a sus letras: condiciones laborales,
miedo a la muerte, temas amorosos, reivindicaciones sociales...
Así
nació el trovo, como arte popular que expresa el sufrimiento del minero. El
trovero dotaría de sentimiento a ese cante por medio de letras improvisadas,
siendo la espontaneidad el principal ingrediente de esta manifestación
artística. La capacidad de repentizar es lo esencial en los trovos, poseía cuya
letra rezuma tragedia: sepultura, explosión, malherío, velo negro…
El minero en la negrura
siempre trabajando abajo
corta piedra blanca y dura
y con el mayor trabajo
va abriendo su sepultura
Solo al minero le ayudan
el talento y el valor
corta piedra blanca y dura
siempre de la muerte en pos
va abriendo su sepultura
Repentistas como Manuel
García Tortosa “El Minero”, el Pechinero José Castillo y el gran José María
Marín, dejarían constancia de las composiciones más sentidas; nadie podía
imaginar que, más de un siglo después, las obras que nacían espontáneamente se
convertirían en grandes referentes del cante minero. El flamencólogo Francisco
Paredes Rubio glosa un elenco de personajes que dieron grandeza a la copla
minera: El Pajarito, El Morato, La Gabriela, Juan el Albañil, Chilares, Niño
San Roque y muchos otros...; pero sería Antonio Grau Mora “Rojo el Alpargatero”
quien se convertiría en el gran maestro del trovo, poseía popular cuya métrica
está compuesta por cinco versos octosílabos de dos rimas alternas, en
consonante o asonante:
Se
quemó el Café Habanero
no
lo pueden levantar,
¡Levantadlo,
caballeros,
sólo
por oír cantar
al
Rojo el Alpargatero!
La figura del Rojo sería
tan relevante en los cantos de la tierra como lo fueron Silverio en Sevilla,
Juan Breva y el Canario en Málaga o Antonio Chacón y Manuel Torre en Jerez. Con
el estallido de la Primera Guerra Mundial, se paralizaría la comercialización
del mineral y La Unión quedaría sumida en la pobreza. Mientras Cartagena se
adaptaba a la modernidad, la vecina población minera sufrió el éxodo de sus
gentes; con ellas se iría parte del cante, de lo que daría cuenta el gran José
María Marín en una de sus geniales improvisaciones:
Arde
en sangre el corazón
viendo
con vergüenza y pena
mendigar
en Cartagena
a
los mineros de La Unión
El arte repentista se
consolidó con el nacimiento del Festival
Internacional del Cante de las Minas, que recoge toda la esencia del trovo
fabricado desde el dolor y la pena.
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