Después del fiasco de las melias de la avenida de la Constitución
—recuerden, para su nueva configuración peatonal se arrancaron para ser
trasplantadas y parece que la mayoría perecieron en el intento— ahora el
Ayuntamiento ni siquiera lo ha intentado de nuevo en las obras de San Blas.
Justificando que eran demasiado adultas —verdes y esplendorosas estaban,
que yo las veía cuando andaba por allí— pues se han talado sin darles una
segunda oportunidad. Parece subsistir en alguna mente concejil una fobia hacia
este espécimen arbóreo que espero no se prolongue sobre otro tipo de
ejemplares. Aviados estaríamos.
Esto de los árboles en nuestras calles tiene sus tiquismiquis pues es
evidente que los necesitamos, y cada vez más, habida cuenta de por dónde van
los tiros medioambientales. Saber elegir los que hemos de seguir plantando,
dónde hacerlo y cómo mantenerlos adecuadamente ha de ser justificado por
criterios técnicos y científicos. Y hay que ponderar desde si son caducifolios
o de hoja perenne, si sus raíces son más terrestres o no, si inciden más o
menos en la limpieza de las aceras colindantes, cuáles necesitan podas anuales
con su coste consiguiente, y, por supuesto, hay que hacerles llegar riego
con agua depurada.
En las últimas obras que se han acometido de Alfonso el Sabio hacia el
Tossal se ha procedido, en general, al ensanche de aceras, disminución de
plazas de aparcamiento, e instalación de alcorques con árboles sujetos con
postes de madera para que se mantengan enhiestos hasta que sus troncos se
tornen más fuertes. Con buen criterio se plantaron en invierno, mientras
“duermen”, y ahora los vemos llenos de verdes brotes que anuncian su
crecimiento en años venideros. Sólo que hay cierto número que no han arraigado,
quizás porque no se realizara la operación adecuadamente, quizás porque se
adquirieron enfermos o simplemente muertos, o quizás porque el sistema de riego
soterrado en algún punto no haya funcionado adecuadamente.
El caso es que pueden contarse. Y uno se pregunta a quién corresponde la
responsabilidad de reponerlos; la pancarta de la empresa que acometió las obras
de urbanización —y hemos de suponer que incluían el arbolado— aún está
ahí para recordarnos su probable responsabilidad.
Espero que no ocurra como en otra calle, la samblasina Dr. Santaolalla, por
donde anduve hace unos días; allí hace dos o tres años también se acometió algo
similar y los alcorques están al cincuenta por ciento inutilizados por
falta de los correspondientes árboles.
(Artículo de Toni Gil publicado en la Hoja del Lunes de Alicante el 27 de
mayo actual)
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