Siguiendo con la publicación de artículos referentes al Habla Murciana, ofrecemos este nuevo capítulo, último del presente año, hasta que el próximo Enero de 2024 continuemos con los capítulos correspondientes.
El
seseo es una variación del sistema de sibilantes del español que se produce en
determinadas zonas meridionales de nuestra Península, siendo la comarca
cartagenera una de las áreas donde este rasgo resulta distintivo. En estas tierras
minería y pesca constituyeron durante siglos las actividades de sus gentes,
siendo el seseo un rasgo característico del habla popular.
A
pesar de la reconocida antigüedad del fenómeno, existe controversia sobre sus
raíces. Ya en 1651 el caballero don Nicolás Dávila escribió en su obra Compendio de la ortografía castellana:
“Vicio es notable usar de la s, por la c, cedilla, y costumbre de los
sevillanos, aunque también en Cartagena, mi patria, he conocido a muchos este
defecto, quizá por la vecindad de Valencia, donde está muy introducido”.
Casi
tres siglos después, don Justo García Soriano lo engloba junto al valenciano,
diciendo: “El seseo valenciano, o permuta del sonido
interdental -c y -z por el alveolar fricativo sordo de -s, se conserva en
algunas comarcas de la parte levantina y meridional de la región”.
También don Manuel Alvar tiene clara su procedencia: “Hay
seseo de origen valenciano en los pueblos de Alicante que hablan murciano, en
Cartagena y La Unión, pero se mantiene la –z en el resto del dominio”.
Sin embargo, para el profesor José Muñoz Garrigós el seseo cartagenero se habría documentado de procedencia andaluza, debido a los emigrantes que desde el siglo XVI vinieron a trabajar en las minas de alumbre. Pero quien fuera Jefe del Archivo Municipal de Cartagena, don Alfonso Grandal, no se explica bien cómo Mazarrón, siendo zona minera situada junto a Almería, no aspira las eses.
Por otro lado, la doctora
Mercedes Abad Merino, recurriendo al Libro
de las Ordenanzas de la Ciudad de Cartagena del siglo XVIII, muestra la
presencia del seseo: “como rasgo peculiar del habla cartagenera que se desliza
incluso en la lengua escrita”. Concluye Abad Merino sin un pronunciamiento
definitivo, diciendo que: “es de suponer que en los próximos años
asistiremos al desenlace de todo este conjunto de interesantes y enriquecedoras
hipótesis”.
Como vemos, las posturas
son variadas y el tema no acaba de estar cerrado. Por nuestra parte, tan solo
haremos esta observación: históricamente la Diócesis de Cartagena comprendía
también la demarcación de Orihuela y su comarca, de manera que todo ese espacio
conformaba un continuum territorial y
poblacional; si además tenemos en cuenta que la repoblación de la zona
cartagenera se hizo con gentes valencianas y catalanas, parecería lógico pensar
que el mismo fenómeno lingüístico se diera tanto en Orihuela como en Cartagena.
En cuanto a la distinta
forma de articular el fonema –s,
cabría explicarla por el posterior trasiego de población, quienes harían su
particular adaptación fonética. Creemos que estos datos pueden ayudar a
esclarecer la naturaleza de esta particularidad, cuya temprana aparición en la
zona induce a pensar en su probable extracción valenciana; no obstante,
trataremos de profundizar en el tema y aportar algunos detalles que contribuyan
a reforzar esta presunción.
El seseo valenciano se
distingue por el carácter apical del alófono -s, mientras que la pronunciación cartagenera es básicamente
predorsal abierta; este detalle de la confusión entre los fonemas -S y -Ɵ
es lo que ha llevado a catalogar el fenómeno como de influencia andaluza,
debida a la llegada de trabajadores almerienses a las minas.
Pero hemos visto que
Grandal cuestiona el andalucismo de este rasgo, buscando su raíz en el influjo
catalán y en la procedencia de la población que llegó a Cartagena durante la
Baja Edad Media. Nos parece que la tesis de Grandal está bien fundamentada; a
continuación intentaremos aportar algunos argumentos que ayuden a esclarecer el
caso: un punto importante a tratar sería el relativo a la presumida influencia
andaluza en este fenómeno.
Hemos de considerar que
el gran auge de la industria minera no se produciría hasta el siglo XIX; para
entonces en Cartagena y su comarca hacía mucho tiempo que se hablaba castellano
seseante, con lo que difícilmente se puede achacar este rasgo fonético a la
procedencia de los mineros. Otra cuestión es que estos nuevos pobladores
adoptasen las formas de habla de la zona y las acomodaran a su particular
dicción, lo que no dejaría de tener cierta lógica. Así, la inmigración minera adoptaría el seseo
cartagenero, transmutando su tono original hasta darle el timbre andaluz que ha
hecho dudar a los estudiosos del tema sobre su auténtica naturaleza.
Tras este recorrido
entendemos que la percepción global se clarifica y el caso de Mazarrón nos ayuda
a corroborar esta impresión: los mineros almerienses no sesearon en la zona almazarronera,
porque allí no existía previamente rastro de este fenómeno, con lo que no había
necesidad de imitarlo.
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